Los viajes y los rostros de San Martín
Si bien las luchas por la independencia fueron colectivas, los atributos personales de San Martín le otorgaron un lugar destacado en ese proceso. Basta mencionar su compromiso con la revolución aun cuando no estaba claro su éxito; su agudeza para comprender que la independencia debía tener un alcance regional; la estrategia militar implementada en el Cruce de los Andes; y su ejemplo moral en la conducción de las tropas y en la función pública (la Intendencia de Cuyo y el breve lapso como «Protector del Perú»).
San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, y murió a los 72 años en Boulogne Sur Mer, Francia. Aunque suene paradójico, siendo uno de los próceres más destacados del país, vivió pocos años en estas tierras. A los cinco años partió con su familia hacia Cádiz, España, donde se enroló en el ejército para combatir a las tropas napoleónicas que, luego de invadir el reino español, obligaron a Fernando VII a dimitir en su trono en 1808. En este período, ascendió de capitán de caballería a teniente coronel, por su papel en la Batalla de Bailén (1808).
El avance de Napoleón sobre Europa era sin dudas el acontecimiento político-militar más importante de aquellos días. A pesar de ser uno de los protagonistas de esa experiencia en las filas de la resistencia española, hacia 1811 San Martín decidió volver a América, no sin antes tener una breve estadía en Londres.
El Cruce de los Andes consistió en el punto de partida de la consolidación de la independencia en lo que hoy conocemos como Argentina, Chile y Perú.
La organización del ejército y el Cruce de los Andes demandó enormes esfuerzos colectivos. Más de cinco mil soldados fueron entrenados para afrontar un plan sumamente complejo para la época.
Tras el triunfo en Chile, San Martín retornó a Buenos Aires con el objeto de solicitar fondos para la expedición al Perú, último y crucial tramo del plan trazado en 1814. Sin embargo, apenas consigue una parte de lo que necesitaba y en Buenos Aires le solicitan que ponga a disposición del poder central el Ejército de los Andes para intervenir en la defensa de la ciudad frente a las disputas internas con las provincias del Litoral. San Martín se negó y retornó a Chile. En febrero de 1820, el poder central localizado en Buenos Aires se disolvió y San Martín se dispuso avanzar hacia Perú con su mando legitimado por las tropas pero ya sin el respaldo de Buenos Aires.
A partir de septiembre de 1820, San Martín comenzó a sitiar Lima. Ante el repliegue de las tropas realistas hacia Cusco, hizo su ingreso a Lima en julio de 1821, donde fue declarado «Libertador y Protector de Perú». Su gobierno se extendió desde agosto de 1821 hasta septiembre de 1822 y estuvo signado por diversos inconvenientes: la resistencia republicana a adoptar como forma de gobierno una monarquía constitucional, la imposibilidad de desarrollar una estrategia ofensiva contra el repliegue de las tropas realistas, el malestar de las clases propietarias de Lima ante ciertas medidas tomadas por su Ministro de Guerra, Bernardo de Monteagudo, a favor de las clases populares. En este contexto, debilitado por estos conflictos internos y sin el apoyo de Buenos Aires, San Martín decidió entrevistarse con el líder del otro gran ejército independentista americano, Simón Bolívar, quien había alcanzado rotundos triunfos en lo que hoy conocemos como Venezuela, Colombia y Ecuador.
Ese encuentro tuvo lugar en julio de 1822, en la ciudad de Guayaquil. Poco se sabe de lo que conversaron en aquella ocasión Bolívar y San Martín, pero lo cierto es que, luego de este cónclave, San Martín se retiró del mando del Ejército contra los realistas en Perú y su relevo fue asumido por el propio Bolívar, que terminaría de imponerse contra el poder español en la batalla de Ayacucho, en 1824. Doce años después de su retorno a América, la independencia del continente estaba asegurada.
Luego de su encuentro con Bolívar, San Martín volvió a Mendoza. En 1823, quiso dirigirse a Buenos Aires para acompañar a Remedios de Escalada, su esposa, que se encontraba enferma. Sin embargo, Rivadavia se lo impidió argumentando que podía ser objeto de juicio por porte del sector unitario que no le perdonaba no haber intervenido en defensa del poder central en 1820. Al agravarse la salud de su esposa, San Martín viajó a Buenos Aires en 1824 pero ella ya había fallecido. Decidió entonces marcharse con su hija Mercedes a París.
Retornó a Buenos Aires en 1829, en un momento de intensificación de la guerra civil en virtud del fusilamiento de Dorrego ordenado por Lavalle (un general que estuvo bajo su mando en el Ejército de los Andes). Lavalle le ofreció a San Martín convertirse en gobernador de la provincia de Buenos Aires, pero San Martín rechazó nuevamente la propuesta y se marchó esta vez definitivamente a Francia, luego de residir unos meses en Montevideo. A partir de 1831, comenzó a vivir en un campo ubicado en un suburbio de París, y desde 1848 en Boulogne Sur Mer, donde murió en 1850. Cinco años antes, había ofrecido servir como general a las tropas federales que resistían, desde 1845, el bloqueo anglo-francés a la Confederación.
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